La calle de las joyerías de Villavicencio tiene un oscuro pasado
Por las calles del centro de Villavicencio han caminado millones de personas, en sus alrededores se ha forjado la ciudad y sus suelos conservan los pasos de los primeros pobladores.
Uno de estos espacios urbanos más emblemáticos es la calle 38, conocida como la “Calle de las Joyerías”, pero que hace varias décadas los ciudadanos la llamaban la “Calle de las Puñadas”, haciendo referencia a los hechos violentos que allí se presentaban.
A mediados del año 1936 la calle fue catalogada como una “zona de tolerancia”, para ese momento de la historia la carretera llegó a Villavicencio y dado a los pocos vehículos que transitaban en la ciudad, las personas se desplazaban principalmente a pie y a caballo.
El municipio no tenía mayores lugares de entretenimiento que los bares y las cantinas, por eso los llaneros llegaban en busca de diversión y por supuesto licor, en especial el aguardiente mezclado con ruda y raíces de bejuco del Llano a los que se les atribuía poderes curativos, el cual se comenzaba a consumir desde la mañana.
“En Villavicencio se tomaba mucho trago y el llanero siempre ha tenido el título de berraco, de enfrentarse a peleas. Para ese entonces se presentaban muchas confrontaciones entre conservadores y liberales, fue en una de esas discusiones que dos hombres resultaron apuñalados y por eso la calle fue nombrada así”, dijo Néstor Restrepo Roldán, director ejecutivo del Comité Cívico de Villavicencio.
Camilo Humberto Caballero, historiador villavicense, explicó que para ese entonces era común portar armas corto punzantes, porque “el llanero se caracteriza por cargar un cuchillo en la parte izquierda del pantalón”.
Eran constantes los enfrentamientos y con el tiempo aumentó la cantidad de heridos, haciendo honor al nombre que de voz a voz se fue posicionando en este sector, hasta que la actividad comercial cambió y fueron reemplazados los licores por el oro, los diamantes, los rubíes, las perlas.
Las noches de conflictos fueron quedando en el pasado porque la calle fue colonizada por los comerciantes de las joyerías, que para en ese entonces estos lujosos accesorios estaban en furor, por lo que eran negocios prósperos.
“Se convirtió en las calles de las joyerías porque era común ver a las señoras utilizar aretes y collares de oro, así como diamantes. También era popular los dientes en oros para los finqueros y ganaderos”, explicó Néstor Restrepo.
Durante 15 años fueron los negocios que prevalecieron en la calle, hasta que llegaron otros establecimientos comerciales como tiendas de ropas, zapatos y restaurantes, desterrando a las joyerías. Actualmente quedan unas pocas, no tan frecuentadas como en sus inicios, pero aún así continúa siendo conocida como la Calle de las Joyerías.
Fotografía del señor Horst Martin en el año 1934 y 1937