En el llano existió la hacienda misionera más grande en toda la América española
En las extensas sabanas de los llanos orientales habitaron los jesuitas, una comunidad religiosa que llegó a la Orinoquía para cristianizar y evangelizar a los indígenas que poblaban la región.
Durante la época colonial se convirtieron en el principal renglón económico de los llanos y los dueños de grandes extensiones de tierra, como es el caso de la hacienda Caribabare, considerada un hito histórico por su tamaño, ya que contaba con más de 200.000 hectáreas, motivo por el cual es considerada por algunos historiadores como la hacienda misionera más grande en toda la América española
Héctor Publio Pérez Ángel, quien es catedrático e historiador, explica en una de sus investigaciones que una de las principales actividades que para dicho momento se desarrollaron en Caribabare fue la ganadería y agricultura, pero también se hacían trabajos como la construcción de caneyes y la fabricación de tejas.
Por su parte, Daniel Felipe López Ávila, también historiador, escribió en Tras el leco del Cabrestero que, “Cuando la hacienda Caribabare era la mayor productora de carnes y de alimentos, de los actuales departamentos del Casanare, Meta y Arauca, se empezó un proceso de expansión, fundándose las haciendas de Apiay, Surimena, Macuco y Jurinema”.
Esta importante hacienda estaba ubicada entre las sabanas de Arauca y Casanare, y a pesar de que han pasado más de 200 años desde que fue habitada por la orden religiosa, actualmente sigue siendo recordada y nombrada por los llaneros, no solo por su importancia histórica, también por la existencia de un supuesto tesoro.
“Cuentan los pobladores que en el caño Caribabare, los jesuitas desviaron el cauce del caño e hicieron un tanque y enterraron todos los tesoros que tenían, entre los que se cuentan oro y joyas”, mencionó Joaquín García, conocedor de la hacienda.
Se dice que allí enterrado se encuentra una fortuna desde 1767, cuando el rey español Carlos III ordenó la expulsión de los jesuitas y, según el relato popular, cuando se enteró el padre Manare, quien estaba a cargo de Caribabare, decidió sepultar todo lo que tenía de valor la orden.
“El padre Manare se preocupó por emprender, en un sitio discreto de las sabanas de Caribabare, una excavación revestida de mampostería a la cual fueron trasladados los tesoros que le habían sido confiados”, escribió Javier Ocampo López, en la obra Tesoros legendarios de Colombia y el mundo.
Se desconoce exactamente la cantidad, pero se habla de que son cientos de monedas de oro, ornamentos, joyas de los indígenas y cálices de oro y plata, pero hasta el momento ninguno de los que se han atrevido a excavar ha encontrado algo más que tierra.
Al respecto Carlos Humberto Sepúlveda escribió en los Ensayos de Historia Araucana, que se trata de un tesoro “llenó un cuadrilátero de más de seis metros y, cuando estuvo colmado, fue cubierto con lápida de piedra y con un concreto de calicanto que lo aislaba de la humedad. Luego se desvió la corriente de un riachuelo cercano, y sus aguas mansas y tranquilas corrieron sobre aquel depósito y borraron todo vestigio, toda huella de aquellas riquezas que hubieran podido formar la grandeza de un imperio”.
En el terreno donde estaba la hacienda solo quedan las sombras de aquel pasado, sin embargo, continúa vigente la leyenda de un tesoro, el cual ha sido buscado por personas de diferentes partes del territorio nacional.